domingo, 31 de julio de 2011

LA VIDA EN ESPIRAL

Por Carmen Molo.


Mi vida giró en espiral hace unos años en un trayecto del camino, cayendo de bruces al polvo. Y ahí quedé primero aturdida, después dañada, por eso que llamas el " cuento de la realidad ".
 Me costó levantarme, sí, pero lo hice.
 Y gracias a que el camino me desplazó de la senda, pude sentir aquello que yo había dejado perder: mi libertad y recuperar el espíritu de aventura.  En esos afanes de aventura, una de las cosas que he  podido sentir es la moto.
 Desde siempre, me han atraído las motos. También les he tenido miedo.  Pero, desde el primer momento que subí en ella ( " la niña " se llama y  también es una custom como la tuya ), la he respirado: he abierto los brazos en cruz, he tocado las ramas de los árboles, he cerrado los ojos, inhalando el aroma de los pinos y dejándome llevar por las sinuosas curvas como si de un baile se tratara.
 Con ella, me he sentido viva y conectada a la madre tierra.
 Qué bueno que estés disfrutando del camino, sin prisas ni objetivo ni agobio por tener que llegar a lomos de tu poderosa, que, por cierto, es preciosa hasta sin sacarle brillo

Sinfonía para dos cilindros y un pedazo de silenciador, (Tomasso Marinetti) 

VOY A SACARTE BRILLO



Voy a sacarte brillo, Poderosa,  porque te encuentro más hermosa que un cuadro de Miró. Lamento la comparación, en realidad nunca me gustaron los cuadros de Miró. En cambio sí que me gusta mirarte después de sacarte brillo, y pensarte lanzada directamente al horizonte. Me gusta escucharte rugir y sentirme llevado por tu sencilla maquinaria. Luego, ya es otra cosa, no te puedo admirar como objeto, sino más bien como acción o incluso como sentimiento. Porque nadie salvo tú y yo, sabe lo que se siente al rodar por el asfalto, inclinándose en cada curva, administrando la caja de cambio y dejándose llevar por el paisaje que nos rodea. Nadie, salvo tú y yo,  conoce el secreto de la total soledad en el camino, sentirse uno, hombre/máquina con corazón y carburador. Rodar sin prisa, sin tener que seguir el ritmo enloquecido de los que buscan llegar antes, de los que necesitan el sobresalto de la adrenalina en la sangre y el ruido ensordecedor en el escape. Mirar hacia atrás en la larga recta y comprobar cómo se mecen los altos cardos de la cuneta a nuestro paso. Quién sabría explicar con sencillas palabras lo que es deslizarse cinco horas seguidas por el módico precio de tres euros de gasolina sin plomo.
Pienso en esos escritores que hablan de la épica del fúbol. Cuando los escritores famosos no tienen nada que decir, acaban consintiendo en escribir cosas insignificantes y elevándolas a la categoría de históricas. ¡Cómo si un estadio de fútbol, con sus nosecuantosmil espectadores gritando al unísono, pudiera igualar al silencio de un hombre solo, subiendo una gran montaña! Sin cámaras, sin records, sin espectáculo, sin falso heroismo, sin ovación final. Pero, eso sí, con el frío alpino, con la nieve bella y traicionera, con la interminable agonía del esfuerzo sobrehumano, con los múltiples fracasos y las deshabitadas cumbres. Ascender montañas en solitario es lo contrario a la grandilocuencia: subir montañas es pura poesía.
La falta de significación, la ausiencia de emoción intelectual no nos atañe a tí y a mí, querida Poderosa, porque, aunque nadie nos vea, aunque no exista un locutor que hable de nosotros,  tú y yo significamos algo parecido a un trocito de eternidad en medio del instante. 
Que el viento nos dé en la cara y la luz del sol deslumbre en el acero de tu manillar, que tu cadencioso esfuerzo al subir cada puerto me enseñe a observar mucho más allá del paisaje.  

sábado, 30 de julio de 2011

"Sólo se ama lo que no se posee totalmente."
                                  Marcel Proust

AL FINAL DEL CAMINO

Al final del camino hay un más allá. Una nueva, o mejor aún, una vieja e interminable carretera donde no llegan las prisas. Es el camino lo que importa, el trayecto y no el objetivo. Viajar por viajar, haciendo escalas, eso sí, y conociendo lentamente lo que no está al alcance de los mapas. Es la soledad de la carretera, la compañía de las curvas y la tranquilidad de saber que no necesito llegar, lo que hace rugir discretamente el motor de La Poderosa.
En una curva olvidada de una de esas carreteras muertas, sigue viviendo un hermoso acebuche, regalando su sombra a un modesto trozo de asfalto, y a veces, sirviendo de respaldo al viajero.

Alguien dijo: Llegar a la meta no es vencer, lo importante es el camino y en él, caer, levantarse, insistir, aprender..., porque acabar es perder la belleza del instante y convertirlo en puro recuerdo.

Siempre nos queda la oportunidad de ser ingeniosos hidalgos y lanzarnos contra los gigantes que nos aplastan con el peso de la cotidianeidad.  Todavía podemos resistirnos a tragar con el cuento de la realidad y sus múltiples mentiras. Tenemos en la mano la posibilidad de crear nuestras propias verdades, las que importan.
Es posible que todavía sepamos recuperar el espíritu de la aventura sin necesidad de ir tan lejos.